Como si el Real Madrid no fuera una empresa planetaria que factura millones de euros al año (mis pensamientos más inocentes son los que me llevan a pensar que en realidad los factura), como si se tratara de una congregación de religiosos que no posee nada sino la rectitud y los votos de pobreza y silencio que las órdenes se obligan a profesar. Dicen, "Al Barcelona los árbitros los ayudan, todo el mundo lo ha visto". ¿Y cuando los han ayudado a ellos? ¿Qué pasa cuando es a uno a quien benefician y no al contrario? Entonces dichos desequilibrios universales se obvian, se saltan, y nadie para mientes en ello. Somos una especie tan rapaz que sólo hemos sabido buscarle excusas a los fracasos y nunca nos hemos tenido que justificar cuando salimos vencedores.
Además, el fútbol cuándo se ha caracterizado por ser un deporte de caballeros, de jugadores honorables. Para ganar copas y ligas, siempre hay de por medio zancadillas, golpes bajos (y altos), insultos, groserías, marranadas... A todas ellas, los apologistas de la suciedad las resumen bajo el desagradable nombre de "picardía". Si estos sujetos supieran lo que eso significa seguro que pensarían una vez (porque aquí no entra el lugar común de "pensarías dos veces lo que haces", ya que estos, por no pensar, no lo hacen ni por instinto) en no llamar "picardía" a las canalladas y donaires al estilo que comenten tantos jugadores, dirigentes y gente relacionada.
Felizmente, este comportamiento tan rupestre (concediendo que los seres humanos de la antigüedad eran menos humanos que nosotros, tema que con el paso del tiempo he llegado a dudar casi totalmente) no se limita a las canchas de fútbol billonarias ni a los pisos superiores en los rascacielos de los distritos financieros de todo el mundo. Aquí, abajo, entre iguales, hay gente igual que Mourinho, que sabe que no le puedes contestar, por las circunstancias pero, sobre todo, porque tú mismo no te lo permites. Andan por las aceras y las oficinas impunes en su ninguneo de todo aquello que les parece una atropello a su persona, todo aquello que merma sus ganancias e intereses, los cuales, la mayoría de las veces, no pasan de ser algunos cientos de pesos más en su mesada, porque ni siquiera se atreven a desear ínsulas para gobernar.
Reptan más de lo que caminan, hablando bajo y con prudencia, abrazándose a la bandera del antimaniqueísmo. Son antimanequeístas, pues como los seguidores de cualquier dictador, se han creído sin reparo la fábula que cuenta que en el mundo, es más, que en el universo nada es totalmente malo pero, sobre todo, nada es totalmente bueno. Así que, perfecto, a cometer cualquier bellaquería sin temor de nada, puesto que todos estamos en el mismo conjunto: nadie está exento de cometer, de vez en vez, alguna bajeza y quedarse tan contento que, si no hay nada bueno del todo, tampoco está tan mal ser miserable, ruin y cobarde cada tantos días.
La lectura hace al hombre completo; la conversación, ágil, y el escribir, preciso. Sir F. B.
miércoles, 4 de mayo de 2011
viernes, 1 de abril de 2011
Geburstag
Si Javier Marías tiene un blog actualizado y seguido semanalmente, ¿por qué no iba a tener el mío? Que Marías es un gran escritor, reconocido en todo el mundo hispánico y a veces fuera de él... OK, por eso su blog lo postean en El País, y yo me limito a usar el servicio gratuito de Google. No compartiremos ni la genialidad ni los amigos, pero el propósito de escribir creo que sí. Al leer las notas semanales de Marías uno no puede evitar pensar que se puso a escribir, y que mandó al periódico lo primero que le salió de la mollera.
Actualmente, cualquier pendejada que dicen los escritores es considerada texto bíblico y se enmarca y utiliza como referencia, como asidero al momento de argumentar ideas de las que a veces ni nosotros mismos estamos convencidos. Pero que no se malentiendan ni sobreinterpreten mis palabras: pocos personajes de la literatura hispana actual observan tal recato y responsabilidad al momento de publicar (de-hacer-públicas) sus personalísimas opiniones como Marías. La mayoría está más presta a decir cuanta perogrullada se le ocurre, que reflexionar el capítulo más reciente de la novela que en ese momentó esté escribiendo (porque en general son los novelistas quienes no se cansan de compartir sus ideas y pensamientos; parece que la poesía limita los disparates).
Aunque la culpa es, en gran medida, de aquellas personas a quienes se les ocurre preguntarle a tal o cual escritor de mediana calidad qué piensa de las acciones del gobierno o qué del alza en las tarifas del transporte público. Es como sería preguntarle a un diputadete (que se está haciendo jodidamente rico, pero eso no le eliminará nunca el "-ete" en todos los ámbitos de su mugrosa vida) qué piensa de las innovaciones narrativas de Xavier Velasco. Las cuales, por otro lado, me imagino inexistentes, aunque mi opinión es francamente limitada, pues me declaro fiel no seguidor suyo, por lo que he leído muy pocas páginas de su prosa. doce de ellas, para ser exacto. Y para ser aún más preciso, la que más me gustó fue la número 6, la que trae la retahíla de datos legales (tan prescindibles en un país tan ilegal como el nuestro). Siempre me ha caído bien leer la dirección "Av. Universidad 767 Col. del Valle", seguida por los domicilios de Santillana en todas los países de Iberoamérica donde tiene oficinas (que me parece que son todos, o por lo menos la mayoría).
El caso, pese a la digresión, era que ni Xavier Velasco tiene innovaciones narrativas extraordinarias ni los escritores en general ofrecen propocisiones verdaderas, y sobre todo honestas, acerca de las realidades política, económica o social de nuestros países. Ah, y que los diputadetes son unos hijos de puta.
Afortunadamente con el aire acondicionado se limita el calor que asola la ciudad. Trágicamente, dicho aire ha contribuido y contribuye a que las condiciones climáticas sólo puedan empeorar. Ya nos adaptaremos; en Un mundo feliz lo hicieron, y sólo tuvieron que destruir la civilización.
Actualmente, cualquier pendejada que dicen los escritores es considerada texto bíblico y se enmarca y utiliza como referencia, como asidero al momento de argumentar ideas de las que a veces ni nosotros mismos estamos convencidos. Pero que no se malentiendan ni sobreinterpreten mis palabras: pocos personajes de la literatura hispana actual observan tal recato y responsabilidad al momento de publicar (de-hacer-públicas) sus personalísimas opiniones como Marías. La mayoría está más presta a decir cuanta perogrullada se le ocurre, que reflexionar el capítulo más reciente de la novela que en ese momentó esté escribiendo (porque en general son los novelistas quienes no se cansan de compartir sus ideas y pensamientos; parece que la poesía limita los disparates).
Aunque la culpa es, en gran medida, de aquellas personas a quienes se les ocurre preguntarle a tal o cual escritor de mediana calidad qué piensa de las acciones del gobierno o qué del alza en las tarifas del transporte público. Es como sería preguntarle a un diputadete (que se está haciendo jodidamente rico, pero eso no le eliminará nunca el "-ete" en todos los ámbitos de su mugrosa vida) qué piensa de las innovaciones narrativas de Xavier Velasco. Las cuales, por otro lado, me imagino inexistentes, aunque mi opinión es francamente limitada, pues me declaro fiel no seguidor suyo, por lo que he leído muy pocas páginas de su prosa. doce de ellas, para ser exacto. Y para ser aún más preciso, la que más me gustó fue la número 6, la que trae la retahíla de datos legales (tan prescindibles en un país tan ilegal como el nuestro). Siempre me ha caído bien leer la dirección "Av. Universidad 767 Col. del Valle", seguida por los domicilios de Santillana en todas los países de Iberoamérica donde tiene oficinas (que me parece que son todos, o por lo menos la mayoría).
El caso, pese a la digresión, era que ni Xavier Velasco tiene innovaciones narrativas extraordinarias ni los escritores en general ofrecen propocisiones verdaderas, y sobre todo honestas, acerca de las realidades política, económica o social de nuestros países. Ah, y que los diputadetes son unos hijos de puta.
Afortunadamente con el aire acondicionado se limita el calor que asola la ciudad. Trágicamente, dicho aire ha contribuido y contribuye a que las condiciones climáticas sólo puedan empeorar. Ya nos adaptaremos; en Un mundo feliz lo hicieron, y sólo tuvieron que destruir la civilización.
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