miércoles, 4 de mayo de 2011

Balanzas mal calibradas

Como si el Real Madrid no fuera una empresa planetaria que factura millones de euros al año (mis pensamientos más inocentes son los que me llevan a pensar que en realidad los factura), como si se tratara de una congregación de religiosos que no posee nada sino la rectitud y los votos de pobreza y silencio que las órdenes se obligan a profesar. Dicen, "Al Barcelona los árbitros los ayudan, todo el mundo lo ha visto". ¿Y cuando los han ayudado a ellos? ¿Qué pasa cuando es a uno a quien benefician y no al contrario? Entonces dichos desequilibrios universales se obvian, se saltan, y nadie para mientes en ello. Somos una especie tan rapaz que sólo hemos sabido buscarle excusas a los fracasos y nunca nos hemos tenido que justificar cuando salimos vencedores.

Además, el fútbol cuándo se ha caracterizado por ser un deporte de caballeros, de jugadores honorables. Para ganar copas y ligas, siempre hay de por medio zancadillas, golpes bajos (y altos), insultos, groserías, marranadas... A todas ellas, los apologistas de la suciedad las resumen bajo el desagradable nombre de "picardía". Si estos sujetos supieran lo que eso significa seguro que pensarían una vez (porque aquí no entra el lugar común de "pensarías dos veces lo que haces", ya que estos, por no pensar, no lo hacen ni por instinto) en no llamar "picardía" a las canalladas y donaires al estilo que comenten tantos jugadores, dirigentes y gente relacionada.

Felizmente, este comportamiento tan rupestre (concediendo que los seres humanos de la antigüedad eran menos humanos que nosotros, tema que con el paso del tiempo he llegado a dudar casi totalmente) no se limita a las canchas de fútbol billonarias ni a los pisos superiores en los rascacielos de los distritos financieros de todo el mundo. Aquí, abajo, entre iguales, hay gente igual que Mourinho, que sabe que no le puedes contestar, por las circunstancias pero, sobre todo, porque tú mismo no te lo permites. Andan por las aceras y las oficinas impunes en su ninguneo de todo aquello que les parece una atropello a su persona, todo aquello que merma sus ganancias e intereses, los cuales, la mayoría de las veces, no pasan de ser algunos cientos de pesos más en su mesada, porque ni siquiera se atreven a desear ínsulas para gobernar.

Reptan más de lo que caminan, hablando bajo y con prudencia, abrazándose a la bandera del antimaniqueísmo. Son antimanequeístas, pues como los seguidores de cualquier dictador, se han creído sin reparo la fábula que cuenta que en el mundo, es más, que en el universo nada es totalmente malo pero, sobre todo, nada es totalmente bueno. Así que, perfecto, a cometer cualquier bellaquería sin temor de nada, puesto que todos estamos en el mismo conjunto: nadie está exento de cometer, de vez en vez, alguna bajeza y quedarse tan contento que, si no hay nada bueno del todo, tampoco está tan mal ser miserable, ruin y cobarde cada tantos días.

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